poema sin título


El alguacil
enumera las ánimas de la siesta en cada vuelo,
en cada aleteo,
y cada alguacil se lleva,
como si fuera un periódico,
toda la luz del día bajo un ala.

El alguacíl más viejo del mundo
tiene luz
bajo sus alas deshilachadas/
una insectil corbata invisible
y una o dos lunas gordas en el recuerdo

pero le quedan viejas gotas de tarde,
de horas lloradas amarrando su vuelo

El alguacil más grande del mundo
se metió en un zapato disecado
y se comió toda su sombra.





© Federico Bejarano 2009

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